lunes, 12 de diciembre de 2011

Poder y Política


El poder, es cierto ya no reside en el viejo imaginario social del Estado como símbolo de autoridad. 

El Estado más bien se ha convertido en legitimador  de modas vacías, en un instrumento administrativo con órganos funcionales a una “política”, pero esa política ese poder que se ejerce y no es propiedad de nadie… sobrepasa los límites institucionales y legales de los estados nacionales…y fluye en estándares  o modelos… en aplanadoras que homogenizan y cercan la normalidad, aunque no absoluta, siempre quedan retazos de locura…de anormalidad en el camino…. 

Podríamos decir que existe una ingeniería descentralizada,  fragmentos de ilusiones ópticas que brindan opciones, opciones de soberanía atomizada. 

No son fuerzas invisibles están a la vista,  nada más que el hábito de verlas ha hecho carne en el paradigma social, como el papel secante bebe la tinta. 

La libertad está en piloto automático, en  el vaciamiento que produce el consumismo, carente de medios diferentes, para resultados diferentes, sumergida en la subjetividad  que  el tiempo y la experiencia  han hecho del hombre, concebido  en la parcialidad de la inmediatez de sus necesidades constantes y no en la totalidad de su potencialidad.

Las fuerzas externas  penetran en la conciencia, como un ultraje sutil, que  por su constancia  en la realidad cotidiana, no deja margen para conquistar la libertad. Conquistar no en el sentido utópico de juntar hombres con el coraje de Alejandro Magno y diluir a su paso las fuerzas del mercado,  sino el de permitir soñar un mundo más inclusivo, mas justo y no con la utilidad social de la ética,  sino  por la conveniencia  de que la práctica política   no quede agotada en el ideal liberal de libertades y progresismo individuales, y se extienda al respeto del género humano, a la materialidad de su existencia. 

Como pienso, como pensamos la política? 

Como un instrumento de construcción de instituciones republicanas que no sean absorbidas por las voluntades impersonales de la economía. 

Una política que se pueda sentar en la mesa de negociación con el aval de la legalidad, que permite en postulados y no en la realidad, medir a los desiguales…con la misma vara. 

Que permita mas allá de las posiciones sociales, reivindicar valores universales  y no como contratos de adhesión a servicios básicos (luz, gas)  donde el consumidor de  utopías políticas, de justicia y dignidad  quede al margen de los intereses negociables. 

Así como la sociedad hace siglos vende fechas de cataclismos y grandes desastres que mas que hechos expresan deseos,  y no fomentan más que mantener la ansiedad latente por lo nuevo, por lo inmediato, fragmentan los sectores que comparten circunstancias similares, aprovechan con un aire de tragedia la normalidad de la incertidumbre, que no es ninguna novedad, las crisis son constantes y no solo por el sistema económico cíclico, sino porque el hombre es crisis constante, es parte de su auto constitución y auto transformación, pero todo esto ahora parece más grave o recurrente por la persistencia hasta el hartazgo de los medios, por el tiempo real de la información  de la cual se alimenta el mundo, donde se condensa la superficialidad de los hechos. 

En todo este mar de confusión, no todos estamos escépticos, aunque a veces esa postura parece la más conveniente. 

Necesitamos formar vínculos, dejar el miedo  endémico de que trasgredir nuestro sector nos llevara a abandonar nuestra identidad partidaria en crisis. 

Necesitamos sintetizar las diferencias aunque sea por rebeldía a reformular las expectativas que aguarda el entorno, de nosotros como individuos solitarios…pero que encontrará  su triunfo en la cohesión de una sociedad pensante. 

Jorge Federico Quintana.

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